La cureña, amiga de la paz y del progreso. por Lic. Julio Santamaria R.**
Decir que la cureña es una carreta rustica sin laterales, es afirmar muy poco de un instrumento antiguo, que tirado por una noble yunta de bueyes, contribuyo al desarrollo integral de nuestro país y que actualmente todavía se utiliza en algunos lugares de nuestro terruño.
Efectivamente es una carretona sin pintar, tosca, rustica y pesada, sin la belleza quinceañera de la Sarchiceña, policromada y cantarina, que evoca sentimientos de admiración, envidia o añoranzas de tiempos idos, cuando se tiene la buena suerte de escuchar el traqueteo llamado el canto de la carreta, por algún camino rural de nuestra campiña o en un hermoso y florido desfile de boyeros, en los pueblos de nuestro terruño, amantes de la cultura del Boyeo y sus tradiciones.
La cureña es herencia antigua la Europa colonizadora, es la precursora de la carreta que hoy conocemos, emblema viviente que orgullosos mostramos a nuestros visitantes. El principio es el mismo: Rueda, eje y Timón, pero la construcción, estilo y uso son diferentes.
En épocas pasadas llegó como parte de un instrumento bélico, muy mortífero, temido y de gran destrucción, era el medio para transportar los cañones de los ejércitos. Gracias a Dios, para gloria y orgullo de nuestro país, eso es pasado, pero el ingenio del boyero costarricense, vio en ella una oportunidad de hacer una aliada para el trabajo y el desarrollo.
Utilizó la madera, recurso muy abundante, para construirla y adaptó su diseño, aplicando principios de ingeniería, dados en la herencia del saber campesino, para transportar pesadas cargas, como las trozas para al aserradero, las pesadas estructuras para las iglesias y edificios, partes de puentes, componentes de beneficios de café y otras industrias que se instalaban en los años 1800 a mediados de 1900.
La cureña se compone de cuatro partes básicas que son: a) las ruedas, las más antiguas son de una sola pieza, de hasta un metro de diámetro, no tiene bocina como la carreta típica, sino un tubo de hierro fundido, con aletillas externas, llamado carrizo, que entra a presión en el hueco de la rueda. Tampoco tiene aro o anillo de hierro forjado en la fragua, como la carreta actual, sino son dos medios círculos , llamados Zunchos, que fijados con clavijas de hierro, semejantes a los clavos de la línea férrea, ajustan y protegen la rueda. Para construirla se usaba una gamba de árboles especiales como el tamarindo pero lo usual, un tablón de más de un metro de ancho por veinticinco centímetros de grueso. Con sierras de mano, hacha, barreno y Zuela (herramienta semejante a un azadón pequeño, muy filoso) se cortaba el círculo, se procedía a desbastar los lados dejando grueso el centro de la rueda, para darle fortaleza donde va insertado el carrizo. El Guanacaste, Caobilla, Caoba , Genízaro y Pilón, eran maderas preferidas por su resistencia y facilidad para moldear.
- b) El eje, generalmente de corteza amarillo, danto hediondo o Almendro, pieza de veinticinco centímetros por lado por un metro ochenta de largo, que en ambos extremos se redondea de forma cónica, denominado el nabo, para que encaje ajustado en el carrizo.
- c) Sobre el eje descansa la pata de gallina, que consiste en un timón de cuatro y medio metro de longitud, abierto en un extremo formando una “Y”, en el otro las muescas para uncir la yugo. También es común mantener el timón entero y se le ponen tirantes a los lados, formando un tridente, donde se acomodan las pesadas cargas. d) Sobre la pata de gallina se colocan dos o tres piezas llamadas cabeceras.
Esta cureña antigua, todavía se observa en Guanacaste, Upala y Guatuso, desempeñando labores en las plantaciones forestales, con la gran ventaja de que yunta y cureña son amigables con el medio ambiente, porque no destruye el suelo como lo hace el tractor. Actualmente en el valle central la están recreando con ruedas de cuchillas (rueda típica) y bellamente pintadas, rodando en los desfiles de boyeros.
En conclusión, la Cureña, aunque nunca la sacaron a pasear a la ciudad, ni la pintaron con esmero, ni fue construida en adelantados talleres, ni pudo imitar el bello sonido de la cantarina carreta sarchicelña , porque nació muda y sorda; pero a pesar de todo, tiene una belleza en su arquitectura, tiene normas de ingeniería que le imprimen fortaleza, robustez y longevidad, pero sobre todo tiene impresa las marcas del sudor de boyero y yunta, el lodo de las montañas y los raspones que le heredara la historia.
En algunas ocasiones, con cierta melancolía, se observa casi olvidada bajo un árbol en la sabana, o en un viejo corral de la añosa finca donde fue sustituida por el tractor o en el Museo del Boyero en mi tierra, Venecia de San Carlos, como mudo testigo del trajinar de los boyeros en los rudos temporales San Carleños.
** Descriptor de la cultura y el folclore del Boyeo Costarricense.